Desde Barcelona y, tras una exhaustiva búsqueda por encontrar un estilo de fotográfia que les convenciese, Jessica y Andrés, llegaron a nosotros.
Jessica tiene orígenes gallegos, de ahí que decidiesen celebrar su ansiado día en estas tierras, para ello, no dudaron en elegir un escenario único, cuyo encanto te cautiva con su precioso entorno, así como con su gastronomía: A Quinta da Auga.
Situado a las afueras de la capital gallega, Santiago (A Coruña), Hotel A Quinta Da Auga Relais & Châteaux cuenta con todas las comodidades para la celebración de una boda, cada rincón del hotel es una galería de arte, sus exteriores con ese verde tan característico de Galicia cuentan además con el sonido del Río Sar a su paso por el lugar de la ceremonia.
Partiendo ya con un escenario tan especial, nos fuimos a su boda con las mochilas cargadas, una actitud muy positiva, a la vez de con la presión que todo fotógrafo de bodas tiene siempre que tiene que realizar un reportaje fotográfico.
Como bien sabéis, somos del Concello de Cambre, por tanto, teníamos unos cuantos km por delante hasta llegar a nuestro destino, por lo que, si ya de por sí nos gusta tener margen en los horarios de la boda, en esta ocasión no iba a ser menos. Nuestra llegada fue alrededor de las 16:00h, la tarde se presentaba con bastante bochorno, típico de un día de verano, y la ceremonia acabó por retrasarse a las 19:00h, por lo que tuvimos tiempo para ir conociendo a parte de los invitados, entre ellos los padres y hermano de nuestra pareja, lo cual fue fundamental en el desarrollo del día.
Comenzamos a fotografiar los preparativos de Andrés en una de las habitaciones del hotel. Andrés es de esos novios que temía el ponerse delante de una cámara y posar, y sí, decimos “temía” en pasado porque pronto se dio cuenta que nuestro trabajo trata de otra cosa… de capturar emociones, de buscar encuadres y sobre todo de parecer que no existimos.
Comenzamos a fotografiar los preparativos de Andrés en una de las habitaciones del hotel. Andrés es de esos novios que temía el ponerse delante de una cámara y posar, y sí, decimos “temía” en pasado porque pronto se dio cuenta que nuestro trabajo trata de otra cosa… de capturar emociones, de buscar encuadres y sobre todo de parecer que no existimos.
Una vez listo Andrés, nos dirigimos a hacer los preparativos de la novia, Jessica, la cual se encontraba maquillándose, la verdad no podía estar en mejores manos, su amiga, pero sobre todo la gran profesional Sarah Crujera, por lo que comenzamos tirando un par de fotos de ese momento hasta que poco a poco fueron llegando su madre y su hermano, con tanta alegría y emoción que contagiaban todo a su alrededor, sin duda alguna no puede haber mejor atmósfera antes de llegar a la ceremonia que esta.
La esperada ceremonia civil se celebró bajo la majestuosa luz del atardecer, ideal para realizar las fotografías de la boda. El oficiante dio paso a los discursos de amigos y familiares allí presentes, los cuales con sus conmovedoras palabras inundaron el ambiente de sentimientos, en ese instante, las emociones a flor de piel pasaron a ser testigos de la unión de esta preciosa pareja, que tras dedicarse unas tiernas palabras, sellaron su amor con los rituales de la arena y del lazo…
Una vez terminada la ceremonia, realizamos una pequeña sesión de pareja mientras los invitados se acomodaban y empezaban a degustar los diferentes aperitivos.
El vestido de Jessica llevaba una sobrefalda tul de corte princesa con su larga cola, requirió de la ayuda de sus admirables amigas para poder movernos con más facilidad por el entorno del lugar de la ceremonia.
Previo a reunirse con los invitados, nuestra pareja gozó de un momento de intimidad tomándose una copa en la cautivadora zona de bambú de A Quinta da Auga, regalándonos de forma totalmente natural unas instantáneas que recogían la alegría de los momentos que estaban viviendo.
Relajados después del aperitivo, llegó el momento de hacer la entrada al característico comedor. Jessica sorprendió a todos los invitados luciendo el vestido de corte sirena que llevaba escondido tras la falda tul. Brindaron con todos los allí reunidos y procedieron al tradicional corte de tarta, en este caso llevaba implícito algo muy especial pues el corte se realizó con un espadachín del padre de Jessica.
Con la entrega de los detalles a las respectivas madres, las lágrimas y la emoción volvieron a resurgir, culminando en abrazos tan sinceros y llenos de amor que traspasan la pantalla.
Un poco de respiro, les hizo coger fuerzas para abrir el baile, ese primer baile convertidos en marido y mujer. Los invitados rodearon a la pareja para arroparles y unirse a la consiguiente fiesta, de la mano de Aturuxo Discoteca Móvil, en la que la diversión y la felicidad pusieron el broche final a una boda de ensueño.
Teniendo en cuenta que nuestra pareja reside en Barcelona, decidieron hacer su sesión postboda dos días después de la boda, como escenario para dicha sesión fue elegido el entorno del emblemático monumento patrimonio de la humanidad, nuestra querida Torre de Hércules.
La luz del atardecer de un día soleado de Agosto, nos volvió a brindar su mejor versión, sus intensos colores nos invadieron, el sonido del océano atlántico fue la banda sonora que nos acompañó durante la sesión de postboda y como colofón, ese viento tan presente en la Torre de Hércules hizo que el velo de Jessica cogiese efecto vela y nos regalase una de las fotos que más ha cautivado a todos aquellos que la han admirado.